14 sept 2010

Manos frías

Una casualidad fue llevando a la otra, hasta que quedamos en encontrarnos en un McDonald´s sobre una peatonal del microcentro. Ella tenía que hacer tiempo mientras repasaba las líneas de una obra de teatro importante que ensayaba más tarde, yo tenía un hueco en mi mediodía/tarde y andaba por la zona. Llegué a las corridas, saltando los charcos dejados por el día lluvioso. Me esperaba sentada en una mesa, apenas subiendo las escaleras. La ví, e instantáneamente tuve esa sensación de que iba a ser un encuentro muy interesante. El tiempo me hizo ver que esa sensación se quedaba corta…

Recuerdo que ese día tenía unos ojos gigantes, llenos de brillo. Si fuera un poco más ganso, diría que eran como dos luceros que alumbraban mi camino… pero soy solamente un poco ganso, así que me limito a decir que me llamaron muchísimo la atención. Su sonrisa era casi medida, a tal punto que sabía exactamente cómo usarla para comprarse a quien quisiera. Tan medida era, que al rato de hablar me confesó que desde chiquita había pasado horas practicándola frente al espejo, porque de grande quería llegar a ser alguien importante y la sonrisa iba a ser fundamental (y vale decir, que el resultado valía la pena, porque estaba milimétricamente perfeccionada).

La charla se dio como si nos conociéramos hace mucho tiempo, llegando a formar una confianza extrañamente placentera, al punto tal que casi sin siquiera mencionarlo la terminé acompañando hasta la noche. Habíamos pasado horas juntos, pero nos parecía solamente un ratito, quedándonos con ganas de más en todo momento. Era como un vicio, un impulso que no se podía frenar, que se generó velozmente sin buscarlo. Sin darme cuenta, ya era una pequeña parte de su vida, y casi sin quererlo, ella también de la mía. Me encantaba su actitud, las ganas que le ponía a todo, y cómo no disimulaba cuando realmente quería algo. El mediodía lluvioso se había transformado en una noche fría, y ya era hora de volver a casa.

En un momento me toca el brazo, con las manos congeladas, a lo que instintivamente le dije “tenés las manos frías”. Su respuesta simplemente fue “dicen que a manos frías, amor de un día”, mientras me miraba fijamente. Jamás lo había escuchado antes, pero me quedó grabado, vaya uno a saber por qué. Después de saludarla, mientras volvía a casa me quedé pensando en eso de amor de un día… ¿Amor de un día? Qué raro, para mí parecía como que daba para largo. Por suerte, a ella le pareció lo mismo… No me equivoqué.



6 comentarios:

  1. Aun asi coincido con ella. Los grandes amores nos dejan esa sensacion de haber durado un dia, y luego siguen para siempre con nosotros...

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  2. Interesante historia, aunque yo tampoco había escuchado antes ese dicho...
    Imagino el resto :).
    A veces coincidimos con gente con la que pareciese que nos conocemos de tiempo atrás, da la sensación de que esto fue así.

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  3. ¡Ohhhhh! ¡Pero que ternuror!

    Debo decir que la niña ha sido milimétrica en actos pero el Señor, todo un detallista, eh!

    ¡Linda historia! ¡Un beso!

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  4. Esas sonlas mejores situaciones. Cuando salen y no se sienten incomoda... se expresan... En sonr isas?.. bueno eso si estaba estudiado.

    Interesante historia..: SUerte con la niña sonriente =)

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  5. Se dice... "Manos Frías, corazón caliente" :P , es cierto que cuanto se está enamorado, el tiempo pasa en un chasquido

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