Ayer recordaba con
sonrisa pícara al personaje de Gollum de “El Señor de los Anillos”. Es
increíble como este ser puede tener sentimientos diametralmente opuestos
jugando permanentemente en su cabeza. Por un lado, adora y admira a Frodo, pero
por otro no dudaría en degollarlo si se le presentara la oportunidad. ¿Cómo
puede convivir todo eso en su cabeza? A veces no todo es tan simple. Eso sí, si
se lo preguntaras a Gollum, seguramente no sabría como explicarlo.
Curiosamente, por más patético que suene, me di cuenta que en algún punto lo
entiendo.
Mi mente también
es extraña. Por momentos me cuesta mucho definirme. ¿Qué soy? ¿Cómo soy? Mi
respuesta es “depende”, pero no debería serlo. Soy muy relativo y ambiguo.
Puedo tener ideas diametralmente opuestas conviviendo en mi cabeza, pero aún
así estar en paz conmigo mismo, ya que puedo jugar todos los roles dependiendo
del contexto. Cuando veo algo inconcluso, algo no definido, intento tomar una
postura firme al respecto, sin entender que a veces es mejor darse cuenta que
lo gris no siempre es blanco y negro, por lo que a pesar de todo quedo rondando
en el gris a pesar de decir blanco o negro.
Por momentos me
pierdo en mí mismo, y me doy cuenta que estoy haciendo cosas que hacía segundos
había dicho que no iba a hacer, o que me gustan cosas que antes aborrecía
totalmente. Intento transpolar todo para encontrarle algo positivo a lo
negativo, y viceversa… quizás por eso me interese ser abogado, ya que no tengo
problemas en jugar a ser víctima o victimario, con la misma facilidad con la
que alguien elige ponerse un calzoncillo u otro.
Jamás me había
puesto a profundizar sobre estos temas de mi mente, ya que en algún punto me
asusta descubrir que tengo cosas de mí que no me gustan. Prefiero resaltar mis
puntos fuertes, e intentar minimizar los que no lo son, magnificando mis
proezas y escondiendo mis errores. Me es imposible no ahondar en estos temas
intentando buscar una respuesta coherente que me hagan ser un poco mejor,
porque no soy conformista y sé que casi todo lo que tengo en definitiva depende
de mí. Releo este párrafo. Lo hice de nuevo. Por un lado me asusta profundizar
en estos temas, pero por otro me es imposible no hacerlo y hasta me causa un
placer morboso el hecho de saberlo. Soy un desastre, y al mismo tiempo, me creo
autosuficiente y al control de mis sentimientos e impulsos.
Por más ambiguo que
parezca, soy una persona muy pasional y racional. Dependiendo el contexto, mis
sentimientos pueden hacerme realizar acciones irrisorias e impensadas, dándole
a lugar a la impulsividad que generalmente intento reprimir, porque en el
fondo, soy una persona muy racional y pienso todo minuciosamente, detalle por
detalle. Mi mente va a mil, y por momentos me da miedo, ya que tengo la
sensación de que en cualquier momento explota mi cabeza dejando palabras
inconclusas desperdigadas por toda mi habitación.
Generalmente pienso
de más cuando suprimo mis sentimientos. Es inevitable que mis sentimientos por
momentos tiendan a condicionar mi humor, ya que muchas veces terminan
lastimando. No me permito estar mal, no me gusta estar mal, y suprimo todo
pensamiento negativo… pero algo debe ocupar ese lugar, y ahí se prende mi
cabeza, intelectualizo mis sentimientos. Me pregunto racionalmente todas las
cosas que siento, y contesto fácil. Con la cabeza siempre se contesta fácil,
especialmente cuando te creés que sos súper capaz e inteligente como mi
innecesariamente elevada autoestima me hace creer que soy. El corazón, en
cambio, siempre contesta para dónde se le antoja.
Racionalmente
necesito hacer siempre las cosas bien, por lo que tiendo a tener una
incongruencia entre lo que quiero y lo que pienso. Lo “mejor” no siempre es lo
que “quiero”. Así, mientras que algo me puede parecer completamente desubicado
y descabellado, al mismo tiempo puede darme placer si lo hago, o bien mientras
que alguien racionalmente puede no ser lo que yo necesito, no puedo evitar no
dejarme llevar y racionalizar que en algún punto no es tan malo para mí, y
quizás en algún punto me sirva. Yo lo entiendo, pero si se lo explico a
cualquiera piensan que estoy más cerca de ser un actor dramático que alguien
auténtico. El tira y afloje entre lo que en el fondo quiero y lo que realmente
sé que necesito me juega malas pasadas más de una vez.
No tengo preferencias
marcadas. Me gusta todo, no me gusta nada. No tengo color favorito, comida
favorita, música favorita. Me adapto. Soy simple, no tengo problemas con nada.
Visto de otra forma, soy complejo: no podés ser todo. Escucho el tema “Bitch”
de Alanis Morisette y se me pone la piel de gallina… soy yo, soy tal cual. I´m a little bit of everything, all
roled into one.
No me contradigo,
mi esencia es siempre la misma. Mis valores, mis códigos, mis creencias jamás
cambian. Lo que cambia es mi personalidad, acorde las circunstancias, y
especialmente mi respuesta a los estímulos ajenos. Cuando tengo que ser
gracioso, soy un payaso. Cuando tengo que escuchar a algún amigo que tiene
problemas, lo hago y soy el mejor consejero. Si necesitan reírse y pasarla
bien, jamás falto. A la gente le gusta: soy completo. No hago problemas.
Siempre sumo. Es como tener un equipo armado, y hacer los cambios dependiendo
del rival. En cancha siempre está lo mejor.
Suena genial en los
papeles, pero puede ser un problema. A veces está bueno no ser perfecto, no
hacer las cosas bien, tener un defecto y no moldearlo, no cambiarlo. Es parte
de mí, en definitiva. Es mi auténtico yo, por más que mi auténtico yo realmente
sea alguien que se busca superar día a día, y no tiene problema en adaptarse a
lo que tiene por una cuestión práctica buscando hacer las cosas simples. Mis
límites son jamás mentir, ni ser algo que en el fondo no soy. No lo necesito,
jamás lo necesité. Tengo bien en claro lo que soy y lo que valgo, con todos mis
defectos y virtudes, así desastre como soy. Puede resultar difícil de creer que
sea así, pero lo soy. Soy un poco de todo, y ese es mi auténtico yo, por más
extraño que suene. Soy un camaleón.